jueves, 26 de julio de 2012

Día de Ausento / León (Noche de Martes)


Tengo baticola. Rapidín y la Clínica del Calzado han cumplido su parte del acuerdo escrupulosamente y mañana por la mañana estrenaré enser. La verdad es que el apaño ha quedado incluso mejor que el anterior. Con cuero sintético, cinta de nylon y hebilla de mochila, doto a mi rabo de un glamour que de otro modo era difícil de conseguir. Mikel ha anudado un forro de gomaespuma para que no se me irrite la zona. Cómo me miman.

Mi día de asueto ha sido genial. No hace frío, luce el sol, apenas hay viento y la yerba está fresca. En la hípica abandonada ramoneo, me revuelco, troto, me tumbo panza arriba y escribo mi blog. Armonía, relax, salud. Y eso que mis compadres me han servido el desayuno bastante más tarde de lo esperado. Me explico.

Creo que la crónica de ayer finó cuando Javier y Mikel se disponían a invadir el barrio Húmedo para degustar sus típicos vinos con tapa. Pues efectivamente así lo hicieron, sólo que no pasaron del primer bar. Se llama el Tizón y es de esos garitos castas que te hacen sentir amor por España (aún incluso desde la prohibición del humo). Tiene una barra larguísima y bien de jamones pendiendo del techo con sus chorreras. Despachan dos camareros de oficio: Luis y Manuel.

Luis y Manuel son cumplidores, serviciales (que no serviles), graciosos sin pasarse, amables, pacientes, excelentes cortadores de embutido y psicólogos a la fuerza. En el bar Tizón, un martes hay mucha gente, pero se puede estar. A partir del jueves, el aluvión de clientes es casi inasumible, pero nadie se queda sin su caña o su vino, y su tapa. Mis compadres se acodaron en una esquina de la barra sin dar las diez y ya no salieron hasta que cerró el establecimiento. Tinto para Mikel, clarete para Javier. Dos tres, cinco copas… y sus tapas. De cecina, de salchichón, de jamón, de tortilla con sofrito. Y buenas conversaciones. En la barra conocieron a una mujer peculiar que les entretuvo buena parte de la noche. Se llama María de los Ángeles, tiene cincuenta años pero aparenta menos, es medio mexicana y medio española, está soltera, heredó un fenomenal patrimonio de sus difuntos padres y es alcohólica porque quiere, dice. María de los Ángeles estaba borrachilla, como casi siempre a esas horas. Les contó a éstos su vida y milagros, y les colmó de consejos vitales de barra de bar copa tras copa.

A media noche, mis amigos decidieron cambiar el Tizón por otro bar. Se despidieron de los hosteleros con un apretón de manos y entraron en el garito de enfrente. Después del Tizón, el nuevo local se les antojó un poco desangelado. Es por ello que, tras beberse un vino con patatas bravas, volvieron al primero, donde tan bien les habían tratado. Al último trago les invitó la casa, y con el consejo de no perderse el carnaval de Astorga, salieron definitivamente a la calle con la intención de irse a descansar al albergue municipal.



Hacía un viento que cortaba, y un martes a esas horas, la noche no podía dar mucho de sí. Hasta que se cruzó en su camino Abdulá. Pese a su moruno nombre, Abdulá es un estudiante brasileño que reside en León. “¿Conocéis el Delicatessen? Es un bar de aquí cerca donde hoy hay fiesta erasmus”, dijo con su particular acento. Mis amos se miraron preguntándose si debían dar o no aquel paso. Por fin, se decidieron a tomar una cervecita en aquel pub de tan sugerente nombre con la intención de no liarse mucho para aprovechar la mañana de hoy. Era casi la una de la madrugada.

En este punto se corta la trama. De lo que pasó a partir de ahí, se me ha ocultado todo. Sólo sé que el “mañana madrugamos para ver León” ha terminado con Javier viniendo él solo a darme el desayuno cuando le han echado las de la limpieza del albergue a las diez de la mañana. La cara que traía me ha provocado una sonrisa malévola. Más vale que hoy no caminábamos.

En fin, supongo, pese a ser un asno, que el Camino tiene eso, muchas dimensiones. Algunas de reflexión, soledad, pensamiento… otras, bueno, menos profundas. Mañana tendrán tiempo de pensar largo y tendido, cuando volvamos a la senda. Nos advirtieron que a partir de aquí empieza lo duro, pero creo que estamos preparados.

Y pese a que Javier y Mikel hoy tienen las fauces un poco pastosas, dejarán León con un buen sabor de boca. Ciudad de estudiantes, de arte gótico, de Gaudí, de frío seco; de librerías con olor a papel viejo, de zapateros con clase, de chocolate caliente y de bares que te hacen sentir como de casa aún cuando vienes de fuera. La ciudad con nombre de fiera les ha robado el corazón. Por mi parte, vaya desde aquí un rugido amigo. Encantado de conocerte, León.

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