jueves, 26 de julio de 2012

38 etapa / Ribadixo – Pedrouzo (¿No queda nada?)


“No queda nada”, nos lo dicen en cada albergue al que llegamos desde hace una semana más o menos. Después de 38 días fuera de casa, con la única ocupación de andar, ducharse con chancletas, dormir en literas y despertarse pronto, las distancias y, sobre todo, los tiempos, cambian el significado que acostumbran a tener en la vida real.

Así pues, ese “no queda nada”, a dos días de llegar a nuestro destino carece de su sentido tradicional, tiene otra dimensión. En realidad, “nada”, para Javier, Mikel y yo, es lo que ha quedado atrás desde que partimos de Roncesvalles. Navarra es ya “nada”, lo es la Rioja y Castilla, lo es León y lo es la última aldea que hemos atravesado hoy. En cambio, lo que queda por delante es un mundo. “Todo”. Aunque sólo en poco más de 48 horas estaremos en Santiago, en ese tiempo pasarán muchas cosas. Lo primero y principal: el trío calavera será disuelto. Yo me separaré de mis dueños y comenzaré una nueva vida lejos de mi lugar de origen. Mis compadres recibirán una acreditación y volverán a sus hogares, a retomar las vidas que vivían, acabado este paréntesis espacio-temporal. Dentro de 48 horas, su actual modo de vida comenzará a ser un recuerdo, pronto se sorprenderán pensando mientras ven la tele en que un día oler a burro, darse vaselina en los pies o robar forraje, era para ellos tan cotidiano como cepillarse los dientes, o quedar con los amigos. Volverán a la realidad, bajarán de las nubes… y habrá pasado “un mundo”.
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No sé, yo soy un asno y los asnos estamos aquí para hacer el burro y poco más. Pero tengo sentimientos, aunque cague donde como y rebuzne cada mañana. Y hoy, pensando en estas cosas me he notado sensible. Como sensibles han estado mis amigos. Al cansancio físico y mental se une ahora la ansiedad por cumplir objetivos y la inminencia por volver a la normalidad. Son horas para reflexionar, acordarse de la gente querida, mirar atrás, mirarse dentro de uno mismo y hacer un primer balance. Es por eso que hablan poco y que las piernas amagan con flaquear ante la batalla final.
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¡Y eso que por fin salió el sol! Buen augurio, sin duda. Las selvas de eucaliptos nos han arropado durante el camino con sus sombras siniestras y sus troncos largos y despellejados. Una parada en la Casa Verde nos ha dado a todos fuerzas (a ellos más, con el bocadillo “trifásico” que se han zampado: beicon, lomo y queso en pan gallego).
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Como anécdota jocosa del día, la de Paco. Hablé ya de Paco y su amigo italiano Sandro, dos octogenarios muy simpáticos que hacen el Camino a su ritmo y siempre hablan de cosas elevadas como Historia o Filosofía. Recuerdan a Max Estrella y Don Latino, pero sin esperpento. La escena se ha producido frente a una gasolinera. Había una bandera española ondeando de mala manera en un poste junto a los surtidores del establecimiento. Estaba descolorida, mustia y prácticamente hecha jirones. Paco se ha detenido a un lado de la carretera y ha llamado a gritos la atención de una pareja de la Guardia Civil que se disponía a entrar a la gasolinera.
-“¡Cabo! ¡Cabo!”, clamaba el anciano entre el ruido de los coches.
-“¡Dígame! ¿Qué ocurre?”, ha preguntado el cabo preocupado.
-“¡Es denunciable!”, ha respondido airado el viejo peregrino.
-”¿Cómo dice?”
Los coches entre medio a toda velocidad.
- “¡Que es denunciable!”
- “¡El qué?”
- “¡Esa bandera!”
- “¿Cómo?”, el paciente policía no comprendía nada.
- “¡Que es denunciable esa bandera, leche! ¡La enseña nacional, se pone como Dios manda, o no se pone!”
El guardiacivil le ha dado la razón sin saber muy bien qué decir y ante su complaciente “ejem, pues sí, sí”, Paco ha musitado entre dientes: “Pues curse la denuncia, coño”. Después se ha dado la vuelta muy digno y ha vuelto a la conversación con su amigo italiano para seguir discutiendo de de cosas elevadas.
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Tras el suceso, Javier y Mikel han observado a los dos camaradas andar a paso de tortuga y gesticular con las manos. Entonces se han preguntado cómo serán ellos cuando cumplan ochenta años, como si eso fuese a ocurrir mañana mismo. Como he dicho antes, el tiempo, en el Camino, adquiere dimensiones extrañas.

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