jueves, 26 de julio de 2012

37 etapa / Palas de Rei – Ribadixo (O polbo do Camiño)


En la película de Forrest Gump, cuando el protagonista está en Vietnam, dice en voz en off: “Un día empezó a llover y así estuvo durante días y semanas”. O algo así, ya saben. Desde que entramos en Galicia, la descripción que hacía el buen tontico en la selva de los charlies nos ha venido al pelo. “Un día entramos en Galicia, empezó a llover… y hasta hoy”. De nuevo amaneció a cántaros. De nuevo los calcetines se humedecieron al poco de salir, de nuevo los ponchos fueron amortizados, de nuevo el ramal dejó escurrir sobre las manos de mis compadres un agua sucia, densa y marrón como el café con leche. Estaba sucia la cuerda, sí, pero nada comparable al grueso pelaje que cubre mi cuerpo. Empezaron mis amos cepillándome, y aún seguirían si no fuera porque quieren llegar a Santiago algún día. Como ayer me acosté mojado, y desde el minuto uno de mi entrada a la cuadra comencé a revolcarme en montañas de paja, heces propias y ajenas, hoy estaba hecho un auténtico ecce homo. Pese a ser un asinus. Si a eso le añades que al sacarme del pesebre, el aguacero ha provocado que la porquería se convirtiese en un barrillo infecto y hediondo, puedes decir que hoy he amanecido más jabalí que burro. Y a mis compadres se les ha atragantado el café y la tostada, seguro. Me cepillaban con ahínco, sufridos con la tarea como una madre con los dodotis de su retoño. Se han pegado un buen rato, con las manos negras de roña, despidiendo uno a uno a los peregrinos que arrancaban la caminata antes que ellos. Al final he quedado aceptable, me han vestido y hemos partido al filo de las diez. A los cinco minutos, ¡tachaaaaán! Un río con una hiera de pedrolas para cruzarlo. Si el otro día invirtieron en que pasase una hora y media, hoy han sido diez minutos. Y lo mismo en otro paso similar al final de la etapa.. Sokatira es la clave.

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Poco más ha ocurrido aparte de la lluvia, excepto que hemos entrado en La Coruña, la última provincia que nos verá pasar. Alguna vaca, alguna oveja coja, algún gato y mucho hórreos. Una anciana me ha querido comprar, para variar. Pero ha confesado que era para hacerme trabajar con un arado y éstos han pasado de negociar. Por lo menos han mendigado con éxito una gavilla de forraje que ahora me zamparé. Mikel, haciendo alarde de periodista intrépido, ha pedido permiso a una lavandera que se afanaba en el frote en un lavadero de piedra para sacarle un retrato. Ante la respuesta afirmativa de la buena mujer, que paraba para que Mikel sacase la foto, éste le ha pedido que por favor continuase en sus labores, o que hiciese como que continuaba, para dar realismo a la escena.
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La etapa ha vuelto a hacerse larga y, si ayer fue Mikel quien acusó los estragos del kilometraje y los días de peregrinaje, hoy ha sido Javier el malparado, cuya planta del pie amaga con plagarse de ampollas a última hora.
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Lo más gratificante de la jornada, sin duda, la compañía. El equipo lo componen ahora el veterano caminante ilicitano -Marcos- y las dos chicas cordobesas, Clara y Rubi. Cuando hace falta una mano para atender mis cuidados, sobran dedos dispuestos, afanosos y desinteresados. El equipo al completo se ha dado un homenaje a medio camino. Un homenaje de ocho patas, símbolo de la buena suerte para este país. Hablo del pulpo. “O polbo” en galego. Debía de estar riquísimo porque han invertido un buen rato en su degustación en la tasca de Ezequiel que lleva preparándolos tanto tiempo que suda tinta entre fogones.
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En fin, mañana será, si mis cálculos no fallan, el antepenúltimo día. Uffff… ¿no?. La cosa de mi futuro está casi -y sin casi- atada. Éstos no hablan mucho de ello, pero saben que pronto afrontarán un mundo de sensaciones difíciles de digerir. Hoy, tomándose una estrella Galicia, les ha entrado un momento de nostalgia raro. Nada que no se solucione con unas palabras entrecortadas por la emoción y un abrazo. Mi futuro al llegar a Compostela está cerrado. Lo que queda por saber es el futuro de éstos. No sé, pero siendo como son, no me extrañaría que hicieran como el bueno de Forrest Gump… ya saben.

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