jueves, 26 de julio de 2012

30 etapa / Ponferrada – Villafranca del Bierzo (O último da fila)


Bueno, bueno, bueno. ¡Casi no llego al blog, amigos! Resulta que en el Camino se conoce a mucha gente, la mayoría interesante. Y hoy, mis compadres se han juntado con Marcos, un ilicitano afincado en Santiago que, además de colega y compañero de viajes del célebre aventurero leonés José María Calleja, es una fuente de sabiduría del Camino. Y oye, me han llevado a tomar cañas con ellos. Venga a hablar de anécdotas de la ruta, de personajes conocidos -como el Zapatones-, de proyectos como el de Marcos (partir de Jerusalén, pasar por Roma y llegar a Santiago), y de ahí se han puesto a rajar sobre la vida, lo esencial de la misma, la dignidad del hombre y no sé que humanadas más.

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Yo, que soy morbosillo, he pegado mis grandes orejas a la conversación cuando ésta ha transitado por lo sobrenatural, las psicofonías, etc. Qué testimonios oiga, me recuerda a cuando era un pollino adolescente y nos juntábamos los jóvenes a contar historias de miedo en pajares y cementerios. Han hablado de la Santa Compaña, que en pocos días nos acechará entre los profundos bosques gallegos con su paso mortuorio y su letanía, y cuya sola mención hace que los más vetustos paisanos se santigüen con temor. Ah, y de un castillo de este pueblo, en cuya ala este que sólo viven dos marqueses y que está encantado…
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Han hablado de antiguas creencias y mitos que perviven en las aldeas más recónditas de estas tierras. De los fuegos fatuos, de San Andrés de Teixido -“o que non vai de morto, vai de vivo”-… Ganas tengo de andar por esos parajes dejados de la mano de Dios, donde lo moderno y lo ancestral se funden en una mezcla tan inquietante como apetecible.
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La magia y el Camino son uno. Cada símbolo tiene su porqué. Desde las ya mencionadas Tau, hasta las patas de oca. Cada crucero, cada puente, cada encrucijada tiene su leyenda. Caballeros, damas, peregrinos extraviados, seres sobrenaturales… por cierto, por romper la magia, y ya que hablo de seres raros, ahí va un chiste al pelo: “Se abre el telón y aparecen un trasgo, una meiga, un pitufo, una lamia, un gnomo, un trol y el Basajaún. ¿Cómo se llama el entrenador de fútbol? Ví-gente del Bosque”.
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Bien, hoy dormimos en Villafranca del Bierzo, bonito, gran pueblo. De estar tullidos, impedidos, llenos de pústulas y ulceraciones, o a punto de fallecer, la Iglesia nos concedería las mismas indulgencias llegando a este pueblo, que las que se conceden arribando a Santiago. Para ello hay que pasar bajo la famosa puerta del Perdón. Lamento no tener tara alguna que me exima de seguir cargando con los calzoncillos de mis amos hasta la tumba del apóstol, pero bueno, de perdidos al río.
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Por cierto, ya estoy en mi pradito dispuesto a cerrar el ojo, y acabo de dejar a mis compadres con un pastel de no te menees. Son las diez de la noche y acabamos de volver al albergue. Éstos han hecho la colada, al no poder soportar más los hediondos efluvios de sus míseros ropajes. A media tarde han dejado la ropa dando vueltas en la secadora de la hospedería, y ahora, al volver dispuestos a meterla en sus petates… ¡ups! chorreante de H2O. Ahora andan tendiéndola frente a la ardiente chimenea, a ver si así se seca para mañana, pero me da que va ir húmeda y oliendo a etnia romaní que mata. Cosas del Camino.
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La etapa de hoy ha sido, de nuevo, agradable y fácil. Y ello pese a que mis compadres han hecho de nuevo gala de ahorro energético (como el Gobierno) y se han metido por un nuevo desvío que en vez de acortar la ruta, la alargaba. Hoy han sido 24 kilómetros entre viñedos y alamedas, con un calor sofocante y los almendros en plena esfervescencia floreciente. Muy bonita la etapa, pero con mis pelajes me he cocido a gusto, así que me ha venido bien la manguerita del albergue una vez hemos llegado al pueblo.
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Por cierto, no ha habido madrugada del pellejero. Ayer mis compadres bípedos vencieron a la tentación en Ponferrada. Pese a atiborrarse de botillo y tostas, bien regado todo con clarete, a las diez y media yacían escuchando los agudos tonos de un viajero coreano. Tranquilizarse, no eran como aquel bramar de orco de Hospital de Órbigo. Estos ronquidos eran finos, constantes y precisos, como silbidos de robot, muy a lo coreano. Así que descansaron cristianamente mis compadres. Mañana nos quedamos a las puertas de Galicia, esperando ansiosos la recta final, pero con la prueba de fuego: O Cebreiro. Muchos nos advierten de su dureza. No obstante lo afrontaremos sin temor. O no por lo menos con el mismo temor que tenemos a cruzarnos con las ánimas en pena de la Santa Compaña… y a que el último de la fila, el pobre vivo que va agarrado cumpliendo su penitencia, cruce su mirada con la nuestra.
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PD: Creían mis amos que no pasaba de los cinco años. Hoy les ha sacado de su error un paisano de Cacabelos que me ha mirado los piños. Resulta que tengo un colmillo que sólo sale a los seis años. Ahí la foto. Un abrazo.

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