jueves, 26 de julio de 2012

29 etapa / El Acebo – Ponferrada (Panem et Carpantas)


Un niño pobre a su pobre madre:

-“Mamá, ¿Cuándo comeremos pan de hoy?”
-“Mañana hijo, mañana”.
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El pan de ayer es parte importante de mi dieta. Nunca pan tierno del día, nunca pan recién hecho. Siempre mendrugos pasados, secos, duros. El veto que mis amos me imponen al pan nuestro de cada día es una vileza, eso sí, una vileza perdonable. Pero lo de hoy ha sido peor.
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El gentil ventero que les dio posada y me dejó a mí pernoctar en compañía de tres cabras muy saladas, hoy ha tenido otro gesto de nobleza berciana.
Ha regalado a mis amos una bolsa llena de rebanadas de pan duro. Eran trozos de hogaza, de esos panes que aguantan sin corromperse días y semanas. Pese a haber perdido su gracia, su crujir original y haberse convertido en chicles de miga y corteza, estaban pasables. Para un burro.
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Pero cuando la necesidad aprieta… y, si generaciones enteras subsistieron a base de pan negro, mis compadres bípedos lo han hecho hoy sisando de mis viandas. La cosa era que al salir temprano de El Acebo, los ultramarinos de Josefina estaban cerrados, y en los pueblos posteriores aún no había llegado el furgón del panadero.
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Así que al filo del mediodía, y con el hambre apretando, mis amigos humanoides se han detenido a la sombra de un castaño y han cogido, ni cortos ni perezosos, un par de pedazos del básico alimento. Recordaban a aquellos soldados republicanos, -Alfredo Landa y cía-, que en la película “La Vaquilla” devoran con avidez las berzas que doña Juana ha preparado para los puercos.
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El caso es que se han zampado medio fuet y una lata de sardinas cada paisano empujado con mis panes, y no han robado melocotones en un huerto cercano porque no es temporada y porque no estamos en el año 40. Ni Carpanta habría estado tan satisfecho de menear así el bigote.
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Aplacada la hambruna en un bucólico paraje, ha proseguido la etapa. Todo bajada, a veces suave, a veces pronunciada. Había barro y había piedras. Y lo que es peor, había riachuelos fruto del deshielo. En uno de ellos se han producido momentos de gran tensión.
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Llevábamos buena media, pero al cruzarse un regacho en mi camino, mis pezuñas -como siempre- se han clavado en la orilla negándose a cruzar. No se quejarán mis amos. Tres intentos ha costado, nada más. Tirón y grito. Nada. Grito, tirón y pie al barro. Nada aún. Berrido, juramento, tirón sokatiresco, palazo al suelo y a la tercera va la vencida. Al final, con sutilezas, paso. Me he ganado más pan seco al otro lado del charco.
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Pero uno no es un zote, y va adquiriendo rodaje. En el siguiente regacho, iba yo suelto del ramal y oye, ni gritos, ni tirones, ni blasfemias. He cruzado motu proprio con un salto bien de grácil y me he ganado el pan seco, un abrazo y un aplauso. Qué fácil es hacer felices a los hombres.
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Mis compadres también adquieren rodaje, no se crean. Si me tienen que agarrar la pezuña, me la agarran. Sortean coces, me curan rozaduras, me dan de comer a la boca y me pulen los cascos.. Huelen a burro, y sus manos son más de ganaderos que de periodistas, pero ya no les importa. Se han vuelto rudos, pero responsables, y dominan el antiguo arte del pastoreo como auténticos trashumantes.
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Me llevan suelto en valles, montañas, caminos de cabras y pueblos. Con sus varas me dirigen y azuzan cuando remoloneo. Y me defienden de los perrazos. Da risa verles tras de mí cuando me escapo, como van los pastores por Mercaderes tras un Torrestrella rezagado.
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Aunque a veces me pongo temoso hasta el desespero, sé que me quieren y chulean por ahí de burro. Y se preocupan, ojo. Mikel es más la madre y Javier es un padrazo. Hoy, por ejemplo. Resulta que desde hace días estoy estornudando de vez en cuando. Buscaron mis compadres en internet síntomas, soluciones y dolencias de los asnos. En mala hora. Leyeron algo de unas lombrices pulmonares que causan tos prolongada y moqueo. “¡Se nos muere!”, pensaron.
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Así que hoy han buscado el número de un veterinario en Ponferrada que me salvase la vida. Marcos, se llama, y pregunta: “Estornuda, ¿eh?”. “Sí, doctor, ¿es grave?”. El facultativo contiene la risa para no ofender a mis compadres. “No hombre no, eso les pasa a todos los equinos cuando va a comenzar la primavera”.
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Resulta que tenemos no sé qué de la napia tan sensible, que cuando hozamos en yerbajos y jaras con el hocico, nos dan como alergias, ahora que germinan. “¿Y no serán las lombrices esas?”. Mikel insiste y el doctor Marcos hace gala de su paciencia. “Si tuviera los gusanos ni se levantaría del suelo, tendría las orejas gachas y no probaría bocado”. ¡No probar bocado yo! Estamos buenos, yo que tengo tripa pobre, antes reviente que sobre, y que trago lo que me echen, pan seco o en escabeche.
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En fin, testada mi salud, que es de “Ferro” como el Puente del pueblo donde hoy dormimos, hemos caminado todos más tranquilos hasta llegar a Ponferrada. Allí me han cepillado, me han dejado en una campa de pasto verde para mí sólo y éstos se han ido a ver la iglesia de la Virgen de la Encina, la Torre del Reloj y el Castillo de los Templarios. Yo duermo en un antiguo cementerio medieval (el hospitalero dice que por eso hay tanta hierba). Espero no ser poseído por espíritu maligno alguno.
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Qué soponcio si me vienen a sacar mis dueños y me encuentran con la cabeza del revés y rebuznando en lenguas muertas.
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Pena que hoy el albergue -a diferencia del de León-, lo cierren a las diez y media. Porque aquí se cuece algo gordo. La gente se disfraza y hay concurso carnavalesco. Éstos han sopesado ponerse pañuelos de San Fermín y comprarme a mí un caso vikingo, con cuernos de miura. Pero va a ser que no. ¿Será esta su victoria sobre el Demonio del Camino? ¿Aquel sobre el que les previno el misterioso aspirante a masón de Frómista? Dormiremos a buena hora, que mañana ya enfilamos Galicia, ahora a tiro de lapo.
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Dispensen que les deje ya y me atiborre a hierba. Pero es que estos van a cañas y como sabido es que el jugo de cebada provoca hambre, lo mismo aparecen y en vez del pan, se tiran a pastar conmigo.
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PD: sobre el carnaval leonés que interesó a nuestro avezado lector Santi y que no dejará indiferente al ilustre Gabriel, hemos podido saber que en Velilla de la Reina y Llamas de la Rivera celebran un antruejo (o carnaval) que recuerda, como dije ayer, a las celebraciones de Lantz y otros navarros municipios. Como personajes tenemos al Guirrio, que a todos asusta con sus máscaras, dispensando veguijazos y amenazando a todos con tijeras de madera. También a la Gomia con su cabeza, que es una calavera de jamelgo. Están los zamarrones con sus pellizas ovinas, el toro con su imponente cornamenta y su saco, el jabalí cencerreante, y el hombre de las tenazas. Y los mandamitos y las mandamas, y los inquietantes enanos, y la “Palpahuevos” (que vaya usté a saber a qué se dedica)… Personajes estrambóticos y paganos que rinden culto a la jarana y la fertilidad. Y otro rito: el testamento del burro. Éste no sé de que va, pero me lo figuro… bueno les dejo de verdad, que ya se oyen las charangas de Ponferadaaaaaa!!!

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