jueves, 26 de julio de 2012

18 etapa / Frómista – Carrión de los Condes (“Masari” no Masón)


He dormido divinamente. Asido a un manzano, en la granja de Pablo y Fernanda, que han convidado a éstos a café con leche recién ordeñada cuando han venido a por mí.. Ayer, después de meterme con la manada de caballos, mantuve una breve conversación antes de dormir con una oca que miraba las estrellas. Sobre paté, cecina, y lo perra que es la vida. Nada interesante.

Otra cosa fue la charla que mantuvo Mikel de litera a litera, mientras Javier se hacía el dormido, con un misterioso peregrino valenciano que arribó sólo al albergue cuando estaba a punto de echar el cierre.

Se acostaba después de una ducha reparadora mi compadre cuando se le ocurrió preguntar al recién llegado: “Disculpa, ¿sabes por qué estas mantas tienen el símbolo de los masones?”. El visitante, que no había reparado en el detalle, al descubrirlo, abrió los ojos como platos y exclamó algo que inquiteó y despertó la curiosidad de Mikel al mismo tiempo: “Dios mío, es una señal. ¡La señal que había venido a buscar en el Camino!”.

Apenas iluminado por la tenue luz de la linterna, el peregrino errante comenzó a hablar de masones y templarios, de tesoros escondidos, ritos iniciáticos, esoterismo, muertes y simbología en el Camino. “El Camino de Santiago es el juego de la Oca. Están los puentes, está la muerte y está el laberinto, que es Ponferrada”.

Resulta que, según relató (miren en la wiki porsiaca, no sé) la leyenda cuenta que Ponferrada, en León, la antesala de Santiago, es el lugar donde aguarda el demonio la llegada de los peregrinos para tentarles, atraparles y confundirles en su Camino.

“Yo intenté enfrentarme a él hace dos años en ese lugar, pero no pude. Ahora es distinto. Allí me dirijo”, fueron sus enigmáticas palabras. Mikel escuchaba atentamente desde su cama, con un cierto temor a lo desconocido. Hablar del demonio en esas circunstancias no es baladí, de noche, con extraños, aunque duermas a escasos metros de San Martín de Frómista.

El peregrino siguió su historia confesándose un ferviente seguidor de los Templarios, la milenaria orden de soldados de Dios que protegían a los caminantes de los peligros de la ruta. Respetados primero, temidos y envidiados después y perseguidos por último. Habló de su último Gran Maestre, Jacques de Molay, quemado en una hoguera frente a Notre Dame en París, habló de Eunate en Navarra y de San Bartolomé en Soria. De la simbología esotérica de muchas iglesias del Camino y de un tal Tomás, quien se autoproclama el último templario y tiene su refugio en Manjarín, lugar que cruzaremos. Y de los masones, según nuestro narrador, herederos de los secretos que custodiaba la antigua orden de caballeros.

“Me han invitado a la masonería recientemente. He venido al Camino a buscar respuestas. Y tú me la acabas de dar”. El oscuro peregrino apagó la linterna, deseó buenas noches a Mikel y cerró los ojos. Aún no lo había hecho mi amo, pensativo e inquieto después de la larga conversación que acababa de mantener. Una última pregunta del misterioso personaje lo sobresaltó. “Has dicho que te llamas Mikel, ¿no? es decir, Miguel”. Mikel respondió afirmativamente y el peregrino continuó: “Yo nací en octubre, San Miguel es mi arcángel”. Y por fin se durmió.

Esta mañana se ha levantado media hora antes que éstos. El ruido ha despertado a Mikel, pero éste no se lo ha hecho notar. Hacía frío, así que se ha dado media vuelta y se arropado con la manta. Justo hasta que su nariz ha quedado cubierta con el cartabón y el compás del Gran Arquitecto.

PD: si ayer fue primavera hoy ha sido verano. Un calor sofocante hacía que alforjas y mochila incrementasen su peso a cada paso. Éstos se han pegado la mañana hablando de los dichosos masones. Ainzúa: “si fueras masón, ¿me lo dirías?”
Mikel: “ni de coña, que fricas mucho”.

Algo aburrido, he bajado de velocidad hasta desesperar a Ainzúa, que tiraba de mi ramal como de un peso muerto. “¡¡Colabora un poco maldita sea!! ¡¡Haz que acabe este martirio de sol castellano que me está dando en la nuca!! ¡¡Mira mis manos, hinchadas de bichos y mierdas!!” (sic), me ha gritado. Yo como si nada y Mikel partiéndose de risa.

Hemos llegado a Carrión y allí nos han alojado unas monjitas en la residencia del Espíritu Santo. Yo estoy en la cuadra de Ambrosio con un caballo que corre los toros en los encierros de Valladolid. Mis compadres han comprado menestra y bacalao fresco para hacerse en el microondas (truco de la madre de Mikel). Necesitaban pescado.

Lo degluten ahora en la sala de “los internets”. Lo digo en plural, porque la hermana, al mostrarles la estancia, les ha enseñado un ordenador -”el internet de los hombres”-, y una Biblia abierta -”el internet de Dios”-. Les ha recomendado dedicar al último diez minutillos, “que es gratis”. Y éstos, por cierto, han cumplido religiosamente (nunca mejor dicho).

Creían que iba a ser una velada tranquila, tras una misa del peregrino y la única compañía de una americana en la habitación. Pero resulta que una de las sores, que pese a llevar muletas, sube y baja escaleras como un gato, les ha comunicado, con toda la tranquilidad del mundo, lo siguiente: “Vienen para aquí 57 chavales de un colegio de Portugal con sus profesores. Llegarán hacia las once”.

Creo que éstos han levantado ya un fuerte en su habitación a base de colchones y somieres. Esperan el ataque con sus palos en prevenga y sospecho que entregarán a la americana -que anda algo despistada al ser éste su primer día de peregrina- como tentempié de la jauría lusitana mientras llegan refuerzos. Los refuerzos soy yo. El 7º de caballería, claro. Por si lo dudaban.

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