martes, 29 de mayo de 2012

1ª Etapa / Roncesvalles – Akerreta. El primer paso de muchos


El primer paso de muchos lo hemos dado en Roncesvalles, junto al monumento a Roldán, o Rolando, como gustaba de llamarle Don Quijote, confeso admirador del caudillo franco (¿qué mal combinan esas dos palabras, no?).
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Apenas despuntaba el alba cuando cruzábamos el robledal que separa la colegiata de Burguete, antaño escenario de Akelarres y presumibles orgías con Sargatanás. Quizás por casualidad, al poco de abandonar aquellos parajes que serían una delicia para Iker Jiménez se ha cruzado en nuestro camino un gato negro como el tizón. Ainzúa y yo no somos de naturaleza supersticiosa, pero un par de “santigües” han caído “for if the flies”, que son muchos metros los que nos quedan por delante. En Burguete hemos llenado el buche con un café cargado y unos croissants recién horneados, la única vianda ingerida hasta nuestra llegada a Akerreta, seis horas más tarde.

Continuábamos el caminar a buen paso, claro que no llevábamos el peso a la espalda que llevaba la francesa a la que hemos rebasado con un “bonjú” cortés antes de entrar a Espinal. Aún cubría la escarcha los campos y el cielo raso ha hecho que realmente fuera agradable recorrer los 28 kilómetros y medio hasta mi pueblo.
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Cuando hemos llegado, mi padre estaba paseando a Masari y nos han recibido todos sus amigos prácticamente a plato puesto. Lo de plato en singular es un decir, puesto que han sido varios pares: judías pintas con tocino, sopa con garbanzos, albóndigas, ajoarriero, calamares en su tinta, tarta de queso… en fin nos han dado ganas de preparar el viaje una semana más. A media tarde han empezado a venir amigos: Janfri, Subi, Álvaro, Jose, Sotés, Paloma, Aitziber, Jon, Gabri, Edu (que por cierto, ahora mismo toca su guitarra tan abstraído como yo con el ordenata de Fran). Ah, Fran, grazie per tutto compadre! Por cierto chicos, ¿olíamos mucho a burro?, sed sinceros hay confianza.
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En fin, ha sido una tarde de lo más entretenida, aunque algo estresante para Masari, al cuál hemos equipado con las alforjas y un saco de avena para que se vaya haciendo. Levará treinta kilos, y aguanta, según los entendidos, hasta ciento cincuenta.
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Mañana para dormir nos ha ofrecido casa y sitio para Masari nuestro amigo Mikel Jaurrieta (nuestro más sincero agradecimiento). Su oferta ha llegado en el momento justo, pues en Cizur Menor los del albergue nos negaron muy “amablemente” refugio para nuestro asno y no nos apetecía mucho dormir allí. Hablando de sobar, la noche en Ronces ha sido curiosa. Nos hemos despertado un montón de veces, pero hemos descansado como nunca. Estábamos acostados para las nueve y media de la noche, lo que hizo que a nuestros biorritmos se les fuese la olla… ¡¡Un sábado a esas horas en la cama!! décadas hacía que tal cosa no ocurría.
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Bueno, ahora comeremos algo y dormiremos sin soñar, como ayer, con las chinches, porque pernoctamos en una casa muy conocida por mí. Soñaré, supongo, con cabañas en el monte, carabinas, vacas, caballos, goitiberas, tractores, heridas de guerra y aventuras varias. Vamos, con mi infancia en este pueblo, algunos de los mejores años de mi vida. Donde conocía la libertad en estado puro cada domingo. Vaya desde aquí un abrazo a mis amigos y antiguos compañeros de batalla: Arantza, Leire, Maite, Arkaitz (que anda igual de vagabundo que yo, pero por las américas), mi primo Xabi, Estíbaliz, Xabier, Amaya, Javier, mi hermano Fermín… y para Josemari e Irene, los vecinos que además de regalarnos ratos impagables en el campo nos han hecho el favor de cuidar de Masari estos días.
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Mañana toca madrugar, puesto que en Pamplona supongo que la presencia de Masari despertará la curiosidad de los viandantes con el consiguiente retraso. Ojalá consigamos andar igual de bien que hoy, sin ampollas, fatiga y administrando el resuello en los repechos (en el alto de Erro ha sido imprescindible). Parece que lucirá el sol. Aunque lloviese, con la carga de energía que llevamos en el cuerpo luciría igual.